jueves, 16 de febrero de 2012

Todos somos privilegiados (según con quien nos comparen)


La Reforma laboral ha sido la última (hasta ahora) agresión a los derechos fundamentales de los trabajadores.

Lo que nos quieren vender como una reforma necesaria para crear empleo ha resultado ser únicamente un recorte en la cuantía de las indemnizaciones por despido, con efectos retroactivos, y la legalización de prácticas abusivas (recorte unilateral de salarios, traslados forzosos, modificaciones de jornada) calificadas hasta ahora como mobbing.

Pero lo realmente preocupante es la aceptación por parte de los ciudadanos de dichas medidas. Todo parte de una campaña muy efectiva(no vamos a negarlo), progresiva y machacona, imparable, para enfrentar a los españoles entre ellos, facilitando así la pesca en río revuelto de los grandes poderes económicos.

Empezaron con los privilegiados controladores. Ganan mucho, trabajan poco y se cogen bajas. Poco importa que sea un trabajo altamente cualificado, con normativas de descanso muy reguladas internacionalmente, y que se pongan enfermos, como cualquier hijo de vecino. De poco sirvió que se demostrase con pruebas que la demagogia del Ministro sin estudios y del Presidente de Aena que simultaneaba su cargo con otro en la constructora a la que otorgaba obras. Dio igual. El mensaje había calado. Incluso el resto de personal de Aena se puso en su contra, a pesar de que también eran afectados por el proceso de privatización de la empresa (más tarde se arrepintieron, pero ya no había mucho que hacer). Todo este proceso desembocó en los lamentables acontecimientos del 3 de Diciembre de 2010, bajo investigación judicial a día de hoy, pero con claros indicios de haber sido provocados por Gobierno y empresa deliberadamente.

Pero el experimento había salido a la perfección. Se había demostrado que se podía demonizar a un colectivo y culparle de todos los males sin pruebas, con demagogia y con una campaña masiva en los medios.

Después siguieron con los funcionarios: No se les puede despedir, y tienen más derechos que los trabajadores de empresas privadas.A nadie le importó que se hubieran ganado la plaza aprobando una oposición al alcance de todos, que los sueldos fueran muy inferiores a sus equivalentes de la empresa privada ni que muchos de ellos fueran interinos. De la diferencia entre funcionarios y empleados de empresas públicas, ya ni hablamos, que es para nota.

Dio igual: Recortes de sueldo. Era la solución fácil: no sólo tienen nómina y lo cobran todo en"A", sino que además la Administración es quien controla lo que ingresan.

En Septiembre, Esperanza Aguirre continuó con la campaña: a por los profesores: "Encima de que son unos privilegiados (vuelve la famosa palabrita), se niegan a trabajar 2 horitas más de nada a la semana". No dijo, lógicamente, que dicha medida iba a provocar el despido (o no renovación) de interinos, ni que el horario de los profesores incluye tanto horas lectivas como de preparación de las clases, corrección de exámenes, reuniones, tutorías, etc. Aquí, por cierto, hubo una tímida respuesta ciudadana, pero la mayor parte de los que protestaron fueron los propios afectados. ¿Resultado? Las medidas se aplicaron.

Ahora leo las protestas de médicos y farmacéuticos, colectivos tradicionalmente vinculados a la derecha (al menos ésa ha sido la percepción social), quienes denuncian por un lado la desaparición de la sanidad pública, gratuita y universal, y por otro los impagos continuados de las comunidades. Pero da igual. Los médicos y farmacéuticos siempre han sido unos... privilegiados.

Y la Reforma Laboral da el último paso: los que tienen trabajo son privilegiados.

¿Les bajan el sueldo? Da igual, al menos tienen trabajo, aunque no puedan mantener a su familia.

¿Les cambian el horario? Da igual, tienen trabajo, aunque no puedan ver a sus hijos.

¿Les despiden por 20 días/año? Da igual, tienen indemnización, aunque no les sirva para gran cosa ni puedan volver a encontrar trabajo.

¿Quién será el próximo privilegiado? Yo doy ideas: los parados españoles viven mucho mejor que los somalíes. ¿Vamos a por ellos?

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